Testimonio de una trabajadora Sexual
En busca de la Igualdad y la Diversidad
Son las dos de la tarde del miércoles 25 de
julio. El viento helado de General Roca hace recordar que es invierno y la
gente abrigada corre para evitar los remolinos de tierra que meten el polvo en
los ojos y no dejan ver.
Georgina baja del taxi, con una caja bajo el
brazo, y rápidamente abre la enorme puerta de la sede de la Asociación de
Travestis y Trabajadoras Sexuales (ATTS) ubicada sobre Avenida Roca al 500.
“No sabés lo que cuesta conseguir
preservativos”, comenta mientras prende las luces del enorme salón de paredes
blancas y azulejos color crema cubiertos de tierra por el temporal.
Vacía la caja, sobre una bandeja, hasta llenarla
de preservativos y se prepara para la entrevista.

“Tuve una vida jodida como las de las demás
compañeras. Lo único que mamé de chica es violencia. Violencia de la familia,
de la sociedad y cuando querés estudiar. Para sobrevivir no me quedaba otra
salida que la prostitución.”
Sin embargo, hoy por hoy, para Georgina este único
camino cambió cuando, hace dos años, salió lastimada en una pelea con un cliente
que no quiso usar preservativo.
“Cuando llamaron a la ambulancia lo único que
pedía era que se me respetara mi nombre Georgina que en ningún momento se
respetó. Cuando caímos al hospital se escuchaban las bromas de fondo. Cuando
salí me di cuenta que no podía ser que nosotras tuviéramos que sufrir este
trato.”
Ante este episodio "me conecté con Jorge Frozio (asistente social
del hospital), le comenté mi necesidad de crear un espacio para el colectivo y
así nació ATTS.”
Si bien Georgina sigue ejerciendo la
prostitución (“pero el menor tiempo”) ahora está abocada a demostrar a sus
compañeras que otra vida es posible y, si bien, con la Ley de Identidad de Género
muchas cosas se han facilitado todavía pelean por derechos como la inserción
laboral y la personería jurídica que les niega el INaDI hace más de seis meses
por no considerar a las trabajadoras sexuales como parte del mundo laboral.
“Para muchas es el único recurso” dice Georgina
con tono de indignación.
Los integrantes de la asociación empiezan a
llegar a la reunión y se debe interrumpir la entrevista.
Llama la atención un hombre bajo con pelo cano
que dice venir con una nueva propuesta que les puede interesar. Tiene un
terreno a las afueras de la ciudad y les ofrece la posibilidad de hacer un club solamente para homosexuales y travestis,
donde la asociación puede recibir parte de las ganancias si acepta asociarse.
“Me parece que si vamos por la diversidad no lo
vamos a lograr escondiéndonos en un club exclusivo para nosotros y nosotras.” sentencia Georgina.
El incómodo silencio que inunda el lugar es disimulado
con un “ustedes piénsenlo y después me llaman”. El sujeto se despide y la
reunión estalla en risas, luego prosigue como se había planeado.
Se proyectan talleres de práctica docente con
grupos de lucha, se propone un relevamiento sociológico de colectivos con
docentes de la carrera de Sociología, se reflexiona sobre la violencia
institucional contra las transexuales y se propone la idea de cambiar de
horario “porque muchos a las dos de la tarde se les complica y hay mucha gente
que quiere participar”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario